En 1983 Freddie Mercury conoció al último gran amor de su vida, un barbero irlandés llamado Jim Hutton.
Se vieron por primera vez en un bar gay londinense: «Cuando ocurrió, supongo que iba por mi cuarta cerveza. John Alexander, mi amante por aquel entonces, fue al cuarto de baño y aquel tipo se me acercó. Yo tenía treinta y cuatro años y él un poco más. Estaba vestido informalmente con jeans y un chaleco blanco y, como yo, llevaba bigote. Era delgado y no el tipo de hombre que yo encontraba atractivo.
Prefería los hombres más grandes y toscos. «Te invito a tomar una copa», me dijo. Yo tenía una lata casi llena y contesté: «No, gracias». Después me preguntó qué estaba haciendo esa noche. «Fuera», le dije. «Sería mejor que se lo preguntaras a mi novio». El extraño se dio cuenta de que no estaba llegando a ninguna parte conmigo y dejó el asunto de lado, regresando con sus amigos del rincón.
«Una vez le pregunte por qué, de todas las personas del mundo que podía haber tenido me había elegido a mí. Me miró y me dijo: «Luchaste por mí, me ganaste». Las últimas líneas de la canción «These are the days of our lives» tienen un sentido especial para mí: «Aquellos fueron los días de nuestras vidas, las cosas malas en la vida fueron pocas. Aquellos días se fueron ahora, pero algo sigue siendo cierto cuando miro y descubro que aún te amo».
Freddie fue el mayor amor de mi vida; se que nunca volveré a amar así», escribiría Jim Hutton en su libro de 1994 llamado «Mercury and me». Freddie le dejó en herencia a Jim, al cual llamaba cariñosamente «mi marido», 500.000 libras y un terrero en Irlanda para que construyera una casa. Jim falleció un viernes 1 de enero del 2010.